Padre, confieso que me encantan los rabos

Esta chica era extremadamente religiosa, sin embargo siempre que acudía a confesarse repetía una y otra vez el mismo pecado, y es que le encantaban los rabos. Solía pecar de la misma forma, hasta que en aquella ocasión comprendió que esa supuesta falta no era tan grave como ella pensaba. Y es que el cura que la estaba confesando no era tal, sino más bien alguien que quería aprovechar la ocasión. La sorpresa de la joven llegó cuando el tío abrió la ventana el confesionario y sacó su rabo por ella, bien duro además. La chica al verlo ni lo dudó, estaba dispuesta a pecar nuevamente aunque fuera en la misma iglesia.

Así fue como ambos follaron en el mismo confesionario rompiendo todas las reglas e incumpliendo varios mandamientos. Una falta de respeto total, pero que ambos disfrutaron hasta que se volvieron a confesar.

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